Recientemente el Banco de Inglaterra publicaba un informe sobre los efectos del programa de creación de dinero (QE) en la economía británica. En este estudio se admitía que gracias al QE el precio de las acciones y bonos había subido un 26%, y que el 40% de esa riqueza había ido a parar a manos del 5% de ciudadanos más ricos. Es decir, el BoE admitía explícitamente que su programa había agrandado las diferencias entre ricos y pobres, poniendo como excusa que “si no lo hubiesen llevado a cabo, todos estarían peor”. O dicho de otra forma, les dice a los ciudadanos que el precio a pagar para salir de la crisis es que los ricos se hagan más ricos, y que deben aceptarlo.
Pero en los EEUU no lo tienen tan claro. A pesar de todos los indicadores que señalan que el masivo QE americano ha ido en gran medida a inflar los precios de los activos financieros, y por tanto a enriquecer a los más ricos, la presidenta de la FED Janet Yellen dice que necesitan más estudios para saber con seguridad lo que está pasando. Que está muy preocupada con la cuestión de la desigualdad, pero que hace falta investigar más para conocer las causas y los mecanismos.
El libro El Capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, ha sido un sorprendente éxito de ventas, y a pesar de que también ha recibido algunas críticas, como mínimo tiene el mérito de haber conseguido poner sobre la mesa el tema de la desigualdad generada por el capitalismo financiero moderno. Piketty analiza y compara las rentas del capital y las del trabajo, concluyendo que un incremento de capital en la economía (causado por el QE) se concentrará en pocas manos, aumentando la desigualdad.
Señora Yellen, la situación clama al cielo. No hacen falta muchos más estudios, lo que hace falta son acciones.