Traducción del artículo Nationalize money, not banks, de Herman Daly.
Esto es lo que deberíamos hacer, si nuestro actual sistema bancario, además de fraudulento y corrupto, también te parece “de locos”. ¿Por qué debería el dinero, un bien público (sirve al público como medio de cambio, almacén de valor y unidad de cuenta) ser en su mayor parte el subproducto del préstamo y endeudamiento privado? ¿Es eso realmente un avance sobre ser un subproducto de la minería de oro privada, como ocurría durante el patrón-oro? La mejor manera de sabotear un sistema es bloquearlo atando dos de sus hilos sueltos, creando una innecesaria y obstructiva ligazón. ¿Por qué debería el público pagar interés al sector privado bancario por proporcionar un medio de cambio que el gobierno puede proporcionar a pequeño o ningún coste? ¿Y por qué debería ir el señoreaje (ganancia para el emisor de moneda fiat) ir mayormente al sector privado antes que al gobierno -la comunidad política-?
¿Es que no hay una manera mejor de hacer las cosas? Sí, lo hay. No necesitamos volver al patrón oro. Mantengamos el dinero fiduciario, pero cambiemos el sistema de reserva fraccionario por un sistema que requiera el 100% de reservas sobre la demanda de depósitos a la vista. Las cuentas de ahorro tendrían cero o mínimos requerimientos de reservas y estarían disponibles para ser prestadas. El cambio no tiene que ser abrupto -podríamos gradualmente incrementar el requerimiento de reservas al 100%-. Ya la FED tiene la autoridad para modificar el requerimiento de reservas, pero rara vez lo usa. Este cambio pondría el control de la oferta monetaria y el señoreaje enteramente bajo el gobierno y no principalmente bajo los bancos privados. Los bancos no vivirían más el sueño de ser unos alquimistas que crean dinero de la nada y lo prestan con interés. Todas las instituciones casi-bancarias deberían someterse a esta norma, siendo reguladas como los bancos comerciales bajo la norma del 100% de reservas impuesto a los depósitos a la vista.
Bajo un sistema de 100% reservas los bancos no pueden crear dinero (el multiplicador bancario de depósitos sería uno), y los bancos obtendrían beneficios mediante intermediación, prestando el dinero de los ahorradores (cargando un interés superior a los prestatarios que el pagado a los depositantes a plazos) y cobrando por emitir cheques, por custodia y otros servicios. Con el 100% de reservas cada dólar prestado sería un dólar previamente ahorrado por un depositante a plazo (y no estaría disponible para él durante el período del préstamo), restableciendo de este modo el clásico balance entre ahorro e inversión. Con el crédito limitado por el ahorro (absteniéndose del consumo), habrá menos dinero para prestar y endeudarse y se hará más cuidadosamente -no más crédito fácil para financiar la compra mediante apalancamiento de “activos” que no son más que apuestas sobre deudas tramposas. Como compensación por la disminución y eventual eliminación del dinero bancario y con interés, el gobierno puede pagar algo de sus costes creando más dinero fiat libre de intereses. Sin embargo, solo podrá hacerlo hasta el estricto límite impuesto por la inflación. Si el gobierno emite más dinero del que el público voluntariamente quiere mantener, el público lo intercambiará por bienes, elevando los precios. En cuanto los índices de precios comiencen a subir, el gobierno debe imprimir menos e imponer más. Así una política de mantener constante un índice de precios dirigiría el valor interno del dólar.
Su valor externo podría dejarse fluctuar libremente. Alternativamente, si instituyésemos la unión internacional de compensación, el valor externo del dólar, junto con otras divisas, podría fijarse al “báncor”, una unidad común de cuenta usada por la unión de pagos. El báncor serviría como una moneda internacional de reserva para ajustar balanzas comerciales -algo así como un sustituto del patrón oro-.
Los EEUU se opusieron al plan de Bretton Woods precisamente porque bajo él el dólar no sería la moneda de reserva mundial, y los EEUU perderían el enorme subsidio internacional que extrae de que todos los países tienen que mantener sus balances de transacciones internacionales en dólares. La unión de pagos ajustaría la balanza de pagos multilateralmente. Cada país tendría un balance comercial neto con el resto del mundo (con la union de pagos) en unidades de báncor. El país que incurra en un persistente déficit sería penalizado, y si continuase así su moneda sería devaluada respecto al báncor. Pero los países con superávit persistente también sufrirían penalizaciones, y si el superávit se mantuviese su divisa se revalorizaría respecto al báncor. El objetivo es un comercio equilibrado, donde tanto los países deficitarios como superavitarios se esperaría que tomasen medidas para manener el equilibrio. Con el comercio exterior cercano al equilibrio habría poca necesidad para una moneda de reserva y lo que se pudiera necesitar podría arreglarse mediante el báncor. Fluctuando libremente, los tipos de cambio podrían en teoría mantener el comercio internacional equilibrado y reducir o eliminar la necesidad de una divisa internacional. Qué sistema sería el mejor no es para tratarlo aquí. En ambos casos el FMI podría ser abolido, desde el momento en que habría poca necesidad de financiar desequilibrios en balanza de pagos (el principal propósito del FMI), bajo un régimen cuyo objetivo es eliminar los desequilibrios comerciales.
Volviendo a las instituciones domésticas, el Tesoro reemplazaría a la FED (que es propiedad y sigue el interés de los bancos comerciales). El tipo de interés no sería nunca más un objetivo de política económica, sino que se dejaría a las fuerzas del mercado. Las variables diana del Tesoro serían la oferta monetaria y el índice de precios. El Tesoro imprimirá y pondrá en circulación para servir al público tanto dinero como el público quiera voluntariamente mantener. Cuando el índice de precios comience a subir deberá dejar de imprimir dinero y habrá de financiar el gasto público adicional mediante impuestos o pidiendo prestado al mercado (no así mismo). La política de mantener un índice de precios constante efectivamente otorga al dinero fiat el “respaldo” de una cesta de bienes como medida índice de precios.
En los años 20 los economistas líderes académicos, Frank Knight de Chicago e Irving Fisher de Yale, junto con otros, incluyendo al economista inesperado y Nobel de Química, Frederick Soddy, abogaron fuertemente por una política de reservas 100% para los bancos comerciales. ¿Por qué esta sugerencia de reforma financiera desapareció de la discusión? La mejor respuesta que he encontrado es que la Gran Depresión y el subsiguiente énfasis keynesiano en el crecimiento lo echaron aparte, porque limitar el préstamo (y endeudamiento) a los actuales ahorros (un rasgo clave de las reservas al 100%) fue considerada medida demasiado restrictiva para el crecimiento, que se convirtió en la gran panacea. Ahorrar más, incluso con la intención de invertir más, requeriría reducir el consumo presente, y eso ha sido mal visto por ahogar el crecimiento. Como el crecimiento es el “bien máximo”, entonces ya encontraremos maneras de pedir prestado contra la riqueza futura para financiar la inversión presente necesaria para maximizar el crecimiento.
¿Por qué la reserva 100% bancaria no iría a estrellarse de nuevo contra la roca de la obsesión por el crecimiento, como le pasó antes? Una respuesta posible es que podríamos reconocer que el crecimiento agregado hoy incrementa un inconmensurable “distrabajo” (trabajo dañino) antes que una riqueza medible, volviéndose por tanto crecimiento antieconómico. ¿Cómo pueden los préstamos ser devueltos si generan “distrabajo” neto? ¿No deberíamos dar la bienvenida a las reservas 100% como una restricción necesaria el crecimiento antieconómico? Otra respuesta es que, gracias a los colapsos financieros, la creación privada de dinero por los bancos comerciales mediante préstamo con interés se ha vuelto ahora más obvia y odiosa para el público. Más que en los 30, la reserva fraccionaria ha llegado a ser un claro y presente peligro, tanto como un masivo subsidio a los bancos comerciales.
El crecimiento real ha encontrado los límites biofísicos y sociales de un mundo repleto de gente. El crecimiento financiero está siendo estimulado aún más con la esperanza de que tirará para arriba del crecimiento real, pero lo que realmente está atrayendo es a un crecimiento antieconómico -provoca un crecimiento neto de distrabajo-. Las expansiones cuantitativas (QE) de la oferta monetaria no hacen nada por contrarrestar la estrechez cuantitativa dada por la limitación de recursos que sufre el crecimiento de la economía real.
Los proponentes originales del 100% reservas mencionados arriba estaban a favor del crecimiento agregado, pero querían un crecimiento estable de la riqueza, no unos ciclos especulativos de burbujas y depresiones. Uno no necesita invocar una economía acrecentista en favor de las reservas del 100%, pero si uno está a favor de esta economía entonces el atractivo por el 100% reservas aumenta. Soddy fue especialmente cuidadoso sobre el incontrolado crecimiento físico, pero su principal preocupación fue con el sistema financiero simbólico y la desconexión del mundo real que pretendía simbolizar. Como dijo: “Nadie puede permanentemente enfrentar una absurda convención humana, como el crecimiento espontáneo de la deuda (interés compuesto), contra la ley natural del decrecimiento espontáneo de la riqueza (entropía).” La riqueza tiene una dimensión física y está sujeta a a límites físicos; la deuda es una pura figura matemática y es ilimitada.
¿Cómo serviría el sistema de reservas 100% a una economía sostenible?
1º- Como ya hemos dicho, restringiría el endeudamiento al ahorro existente, reduciendo drásticamente las aventuras especulativas -por ejemplo, el apalancamiento en la compra de activos con gran cantidad de dinero prestado (creado por la banca ex nihilo más que obtenida de ahorros de ganancias pasadas) sería gravemente limitado-. La caída de precios inmobiliarios sería mayor y los créditos al consumo caerían. Las tarjetas de crédito se volverían de débito. El préstamo a largo plazo tendría que ser financiado por depósitos a largo plazo, o por depósitos a corto calculadamente secuenciados. La financiación por recursos propios aumentaría en la misma proporción que por ajenos. Los economistas del crecimiento gritarán asustados, pero es que una economía sustentable no tiene como objetivo crecer, por la muy buena razón de que crecer se ha vuelto antieconómico.
2º- La oferta monetaria nunca más tendrá que ser renovada por nuevos préstamos según los antiguos son pagados. Una continua corriente de nuevos préstamos requiere que lo prestatarios esperen invertir en proyectos que crezcan a una tasa mayor que el tipo de interés. A menos que la expectativa de ganancia sea mantenida por el crecimiento, no se tomará prestado, lo que restringirá la oferta monetaria bajo el sistema de reserva fraccionaria. Con un 100% de reservas, la oferta monetaria es constante y neutral respecto al crecimiento; con reserva fraccionaria, una oferta monetaria constante impone un sesgo económico hacia el crecimiento.
3º-El sector financiero no será ya capaz de hacerse con una porción tan grande de los beneficios de la nación (¡como un 40%!), liberando a gente inteligente a más productivas y menos parasitarias actividades.
4º-La oferta monetaria no se expandirá más durante las burbujas, cuando los bancos prestan cantidades ingentes de dinero, ni se restringirá durante la recesión, cuando los bancos quieren cobrarse las deudas, exagerando los ciclos económicos.
5º-Con un 100% reservas no habrá peligro de que la caída de un banco arrastre en cascada a los demás; la garantía de rescate debería ser abolida, junto con el consiguiente riesgo moral. El peligro de colapso del conjunto del sistema de pagos debido a la caída de uno o dos bancos “demasiado grandes” desaparecería. El Congreso no tendría que otorgar grandes rescates a algunos bancos para evitar el “contagio” de la quiebra, gracias a que la oferta monetaria no estaría nunca más controlada por la banca privada. Cualquier banco podría caer, incluso un gran banco, sin quebrar el servicio público de dinero. El club de amigos de los rescates bancarios en el Congreso desaparecería.
6º-La política explícita de nivel de precios constantes reduciría el miedo a la inflación y la respuesta consiguiente de acumular más para protegerse contra ella. También esto proporciona un respaldo en forma de cesta de productos para nuestra moneda.
7º- Un régimen de tipos de cambio fluctuantes automáticamente equilibra las balanzas comerciales, eliminando grandes superávit o déficit. Sin sus déficit, el consumo en los EEUU caerá; el crecimiento productor de China también, sin sus superávit. Haciendo innecesarios los préstamos para equilibrar las balanzas comerciales, los tipos de cambio fluctuantes (o la unión de compensaciones internacionales del Keynes) reducirán grandemente las intervenciones del FMI.
Rechazar tales políticas como “extremas”, visto el colosal y gigantesco fraude del actual sistema monetario, es absurdo. La idea no es nacionalizar los bancos, sino el dinero, que es un bien de interés público de primer orden. El hecho de que esta idea apenas hoy se discuta, a pesar de su viejo prestigio intelectual y su sentido común, testimonia el poder de los poderes establecidos sobre las buenas ideas. También testimonia el poder de veto que el fetiche del crecimiento ejerce sobre nuestros economistas. La moneda, como el fuego y la rueda, es una invención básica sin la que el mundo actual sería incomprensible. Pero el actual descontrol monetario está amenazando con quemar y pasar por encima a más gente que los fuegos o incendios descontrolados.
por favor, tratad de mejorar las traducciones.
gracias.
Procuraremos hacerlo Juan. De todas formas, como este es un esfuerzo voluntario y colaborativo, te animamos a que nos ayudes con ello.
Excelente..
¡Gracias por el artículo! Me lo guardo a favoritos para tenerlo presente en un futuro.