El concepto de Dinero Soberano no es una cosa de cuatro iluminados. Tiene una importante historia y ha sido respaldado por algunas de las mentes económicas más brillantes del último siglo.
En 1932, aproximadamente 20 años después del establecimiento de la Reserva Federal como banco central norteamericano, la situación económica era dramática (por cierto, mucha gente se asombra al saber que en la mayor parte de los momentos de pujanza económica, los EEUU no tenían un banco central). Desde la crisis del 29, la producción industrial había caído un 47%, los ingresos un 52%, y el desempleo un 329%, hasta alcanzar el 25%.
Muchos expertos eran conscientes de que el sistema bancario había sido el causante del problema, y abogaban por una profunda reforma. En ese contexto de profunda crisis, y temiendo revueltas ciudadanas, un grupo de prominentes economistas de diferentes universidades americanas crearon una propuesta de reforma del sistema monetario, denominada Plan Chicago. Entre ellos cabe mencionar a Henry Simons y Paul Douglas de la Universidad de Chicago; Frank Graham y Charles Whittlesey de Princeton; Irving Fisher de Yale; Earl Hamilton de Duke; y Wilford King de NYU. La propuesta fue enviada a un amplio conjunto de académicos, entre los que obtuvo un masivo respaldo.
El documento comenzaba describiendo el sistema monetario y bancario (muy parecido al actual) como ‘dañino’. A continuación describía la reforma, consistente en tres puntos que en esencia son los que reivindicamos hoy en día, y que muy sintéticamente se pueden definir así:
Primero: Sólo el gobierno de los EEUU tendría la facultad de crear dinero. Se nacionalizaría la Reserva Federal. Se quitaría a los bancos el poder de crear dinero mediante la abolición de la reserva fraccionaria y el establecimiento de unas reservas del 100%.
Segundo: El Plan separaba la función de “creación de préstamos”, perteneciente a la banca privada, de la función de “creación de dinero”, perteneciente al gobierno.
Tercero: El Plan distinguía entre ‘dinero’ y ‘crédito’. Una confusión frecuente y que había sido una de las causas de la depresión, pues a medida que empresas y ciudadanos reducían su demanda de préstamos, se reducía la cantidad de dinero en circulación.
Paul Douglas escribió: “Los banqueros por supuesto se opondrán a esta propuesta, ya que les quita el lucrativo privilegio de crear dinero”. Las mejores mentes económicas de la época secundaban el plan, destacando Maurice Allais, el gran economista francés, Irving Fisher, quien escribió extensivamente sobre el Plan hasta los años 40, y Milton Friedman, quien en 1975 y 1985 testificó ante el Congreso “continúo apoyando el sistema de reservas del 100%”.
A pesar de todo este apoyo, no fue posible convertir el Plan en una ley. Las razones por la que no triunfó esta reforma fueron:
Primero: No se presentó al público claramente la necesidad de una reforma y las ventajas del nuevo sistema. Sólo Fischer defendía la difusión pública de esta cuestión, lo que no fue recibido con agrado por el resto de economistas, más partidarios de un enfoque académico y restringido. Además, algunos de los economistas estaban obsesionados por la perfección en la elaboración de la propuesta.
Segundo: No se hizo una buena gestión política. El senador Cutting, que era quien lo defendía, no se explicó bien sobre algunos puntos fundamentales de la propuesta.
Tercero: El senador Cutting murió en un accidente aéreo en 1935.
Finalmente en 1933 se aprobó la ley Banking Act, una versión muy diluida e irreconocible, tras la cual todo el debate monetario quedó zanjado. De forma no satisfactoria, como podemos comprobar en la actualidad.
El American Monetary Institute, AMI, fundado en 1996 por Stephen Zarlenga, es una asociación que pretende retomar el Plan Chicago, actualizarlo y convertirlo en proposición de ley, lo que denominan American Monetary Act. Por supuesto desde Dinero Positivo les apoyamos plenamente en este propósito.