Recientemente el exgobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez compareció ante la Comisión parlamentaria de investigación sobre la crisis financiera, y en su intervención señaló que el Dinero Positivo podría ser la clave para tener un sistema bancario robusto en el futuro. Supone todo un hito puesto que es la primera vez que se habla de nuestras propuestas en los más altos niveles de poder económico del país.
En esa intervención, tanto la prensa como los miembros de la comisión rápidamente se centraron en los aspectos de perfil político. Buscaban culpables, y es comprensible. La crisis bancaria ha sido un duro golpe para el país. Ha supuesto paro, deuda, recortes… Es lógico que los políticos pidan responsabilidades.
Pero el señor Fernández Ordóñez dijo muchas más cosas. Hizo todo un discurso en otro plano que pasó inadvertido a la comisión y la prensa, y es el que nos interesa en Dinero Positivo. Con un símil médico, dividió la crisis en dos fases. Primero el paciente lleva una vida en la que no se cuida y come mal. Después, cuando le da un infarto, se desencadena un protocolo de ambulancias, urgencias, desfibrilación, etc. Esta segunda parte de reacción al infarto es importante, urgente, crítica, pero si lo que queremos es que no haya más infartos, deberíamos poner el foco en la primera parte, en el modo de vida y la alimentación del paciente.
Debemos comprender los factores que crearon la burbuja y por qué fue imposible desinflarla incluso cuando ya había voces que avisaban de su existencia (el propio Fernández Ordóñez escribió un artículo en 2003). Según el exgobernador, en el momento álgido de la burbuja los bancos presentaban unos ratios magníficos de morosidad y cobertura. Resultó ser un espejismo, pero es fácil verlo ahora a toro pasado. Lo cierto es que la credibilidad de la supervisión bancaria quedó tocada, y el caso reciente del Popular ha sido la puntilla. En este momento la palabra de las autoridades diciendo que un banco está sano no significa nada, y eso es fatal en un negocio que se basa en la confianza.
Otro punto que quedó claro en la intervención fue que, tal y como está montado el sistema financiero, el Estado debe acudir rápidamente a salvar a la banca con fondos públicos, porque en caso contrario se puede producir un desastre económico. Es más, la función del supervisor debe ser que los bancos tengan beneficios para evitar riesgos futuros. Lo dijo literalmente. Esto debe quedar claro, el Estado mima a la banca, les garantiza beneficios y en caso de quiebra acude al rescate. ¡Y lo peor es que no hay alternativa!
Pero todos esos cambios regulatorios de Basilea III harán de la banca un sector mucho más robusto para el futuro, ¿no es cierto? Pues no. Los bancos tendrán que guardar un colchón en los años buenos y necesitarán algo más de capital, lo que no les permitirá expandir el crédito tan brutalmente como hasta ahora. Y eso es todo. La nueva regulación sólo disminuye ligeramente el riesgo de una próxima crisis de crédito, pero a costa de fomentar la concentración del sector bancario y la formación de megabancos too big to fail. No soluciona el problema de fondo y los expertos lo saben: sin implantar aún Basilea III ya están preparando Basilea IV.
En definitiva, es el propio sistema de creación de dinero mediante crédito por la banca comercial el que es defectuoso. Se le podrán poner parches y cinturones de seguridad, pero el paciente seguirá sufriendo infartos una y otra vez, como se ha visto en el pasado. La verdadera solución, tal y como apuntó Fernández Ordóñez, vendrá por una reforma de este sistema. Desde Dinero Positivo ponemos encima de la mesa una propuesta de dinero seguro de emisión pública. Concreta, pragmática, seria, avalada por prestigiosos economistas.
Los miembros de la comisión parlamentaria, y en general la élite política y económica española y europea, deben darse cuenta de que ya está bien de padecer infartos periódicos, y de que lo prioritario no es mejorar las ambulancias, sino empezar a llevar una vida sana a partir de ahora. Tenemos la receta.